miércoles, 25 de junio de 2008

Primer tabú

El calor ha llegado y entre pitos y flautas los días pasan y parece que fue ayer cuando inauguramos el blog.

Si me lo permitís, reordenaré la cadena de contenidos del taller y, para enlazar con el último post sobre nuestros días, remataré la cuestión teórico-contextual con los cuatro tabúes a los que hice referencia la última jornada en Sevilla. De esta manera, a partir de aquí, entraremos ya en la batería interminable de pelis, series de televisión y videojuegos sobre los que hablamos. ¿Y por qué así? Pues porque ya veremos que prácticamente toda la selección de trabajos que citaré están relacionados en mayor o menor medida con los cuatro tabúes.

Según Wordreference, "tabú" es «todo aquello que está prohibido hacer o decir, ya sea por convenciones religiosas, psicológicas o sociales».

Primer tabú: el artista científico y multidisciplinar

El romanticismo decimonónico estuvo la mar de bien. Pero de él heredamos un tic tremendo que sigue muy vigente: el del genio inspirado, el del genio artista que está más allá de toda racionalidad y crea a partir de sus musas, de su intuición y magia, de su chamanismo primigenio e incuestionable... Atrás quedó el artista científico (moderno, renacentista). ¿Cuántas veces he oído a artistas -incluso importantes- despreciar a la ciencia por fría, superficial o inhumana?

Y antes de ponerme en plan evangelizador, meterme en problemas o cavar mi propia tumba de hereje dejaré que otros más inteligentes, amables y formados hablen por mí. Aquí os dejo un listado de autores (de la rama científica) que han dado pasos en esta dirección. Es decir, que nos demuestran hasta qué punto es irresponsable que, por ejemplo, políticos o creadores de contenidos den la espalda al conocimiento científico. Son textos, en su mayoría, bastante sencillos pero muy pero que muy recomendables. Y no exentos de polémica, faltaría más...

Steven Pinker
Salido de Harvard y el MIT. Canadiense, peso pesado y cara visible de lo que se llama la "psicología evolutiva" de la mano de la neurociencia y la biología. El impacto que me provocó la lectura de "La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana" (Paidós, 2003) quedó claramente reflejado en este artículo. En una línea similar también recomiendo "La mirada interior" (Alianza, 1993) de Nicholas Humphrey, pionero aunque menos guerrero que el amigo Pinker.

Bill Bryson
Nunca está de más un poco de cultura general para derribar mitos y prejuicios. "Una breve historia de casi todo" (RBA, 2004) es la guía para todos aquellos que tuvieron malos profesores de ciencias naturales en el colegio. Buena literatura, totalmente imprescindible.

William Poundstone
Ha escrito un libro que, lo confesaré, cambió buena parte de mi visión del mundo. "El dilema del prisionero" (Alianza, 1995) tira de la teoría de juegos, la guerra fría y la vida y milagros de John von Neumann (compañero Einstein en Princeton) para vincular todo ese universo matemático al mundo real.

Eduard Punset
Amado y odiado por igual, este entrañable personaje -que hasta ahora habitaba las altas horas de la madrugada de TVE- ha realizado un excelente trabajo de divulgación para todos los públicos. Tanto en su programa "Redes" como en algunos libros que, bajo un disfraz de autoayuda superventas, abordan cuestiones fundamentales. Recomiendo, sin despeinarme, "Cara a cara con la vida, la mente y el Universo" (Destino, 2004) y "El viaje a la felicidad" (Destino, 2005).

Otros autores
Y después del cuarteto básico, nunca está de más visitar la ideas de Stephen Jay Gould, E. O. Wilson, Richard Dawkins o Marvin Harris. A otro nivel estaría el libro "Gödel, Escher, Bach" de Douglas Hofstadter, para quien le guste el rock'n'roll. Y por cierto, ¿alguien ha leído ya "Nocilla Dream" (Candaya, 2006) de Agustín Fernández Mallo, físico y escritor?

lunes, 9 de junio de 2008

Hoy, que ya ha pasado

Y después de recordar a Sade y Géricault (dos franceses, qué casualidad) daré un salto mortal al año 2008. Lo cual es un poco arriesgado, pero qué leches. En el colegio siempre lamentaba que cuando tocaba hablar del presente -ya fuera en clase de historia, arte, música o ciencias- el curso llegaba a su fin. Y como en el taller no hemos tenido -precisamente- mucho tiempo, pues vamos al grano, al compromiso con nuestro tiempo.

Creo que una de las palabras que mejor definen nuestros días es "complejidad". Como decía Starck, estamos a medio camino... Pero voy a destacar, cual hijo de vecino, siete puntos que considero claves. Todos ellos, por supuesto, relacionados entre sí:

  1. Final de la posmodernidad. Efectivamente muchos definen el tiempo presente como tiempo posmoderno (la posmodernidad es tan posmoderna que ni siquiera se ponen de acuerdo en cómo definirla). Sin embargo se empieza a vislumbrar el final del túnel. En mi opinión, la aportación más importante de la posmodernidad es su invalidación de discursos únicos, totalitarios, de verdades absolutas y políticas definitivas, tan característicos de la modernidad. Ahora, quizá, ya es momento de dar un paso más allá. Simplificando mucho la cuestión, se diría que el relativismo -el "depende de cómo lo mires"- viene a ser superado por la complejidad. Es decir, a través de la suma de "medias verdades", de múltiples discursos, se puede llegar al enunciado.
  2. Salto generacional. Sí, en occidente estamos experimentado un salto generacional importantísimo. Enrique Dans siempre compara la situación actual con el ejemplo de esos padres de los años 50 (del siglo XX) que no entendían absolutamente nada de nada sobre esa música (o más bien ruido) que escuchaban sus hijos llamada rock'n'roll. Un salto generacional que no tendría más importancia si no fuera porque lo que genera es pánico. Pánico en unas esferas dominantes que ven cómo se tambalea su cómodo sillón al no entender de qué va todo lo que se les viene encima.
  3. Decadencia de la democracia. La posmodernidad ha acabado con la democracia. Sociedades teledirigidas; bipartidismos; prohibición de referendos; políticas internacionales, militares y ecológicas basadas en el miedo, las mentiras o las medias verdades; agendas programadas de los medios de comunicación; absentismo y desilusión. Tema espinoso...
  4. De la era de la (des)información a la era del (des)conocimiento. Otro aspecto interesante, aunque también algo tecnoutópico, es que se está pasando del intercambio unilateral de la información ("yo te cuento lo que está pasando y punto") al diálogo en red que genera conocimiento. Nótese que dependiendo del uso el conocimiento puede ser en realidad desconocimiento. Ese diálogo en red se ha venido a llamar, en internet, la web 2.0. Término polémico y abusado pero la mar de divertido. Si la web 1.0 fue el internet de las grandes compañías, el de la burbuja de las puntocom... la 2.0 es la del prosumer (Flickr, Youtube, Menéame) y las redes sociales (Myspace, Facebook).
  5. La larga cola. En un tiempo de consumo -digital- globalizado y grandes compañías transcontinentales la industria cultural ha entrado en crisis. Los consumidores culturales, por ejemplo, han descubierto que la música no tiene por qué consumirse únicamente en un soporte tangible como un vinilo o un disco compacto sino que también el archivo informático MP3 es una buena opción. Ello es solo la punta de un iceberg enorme. Paralelamente Chris Anderson, observando el modelo de negocio de Amazon, se "inventa" el concepto de long tail: los productos minoritarios, en suma, venden más que los superventas. Llega, para quedarse, el mercado de nichos.
  6. Multimedia ubicua. El cine ya no es lo que era. Los diferentes canales de comunicación como la televisión, el mundo editorial o los videojuegos, ya no son estancos. Las producciones audiovisuales son cada vez más crossmedia -o multiplataforma, o multimedia- en donde los diferentes soportes se complementan, se retroalimentan y multiplican en consecuencia la oferta.
  7. La nueva ciencia. Finalmente uno de mis temas favoritos. Podría afirmar, sin despeinarme demasiado, que el mundo de la ciencia ha estado siempre en otra dimensión. Esos señores de bata blanca y comportamiento excéntrico han estado, hasta ahora, dando la espalda a la sociedad. Y por supuesto los ciudadanos no hemos tenido, hasta ahora, ningún interés en enterarnos de qué iba todo aquello (el desconocimiento provoca rechazo). Pero algo está cambiando. Y resumirlo en un párrafo sería un desacierto total. Pero digamos que, si el siglo XX fue el siglo de las ciencias sociales, el siglo XXI será el de las ciencias de la naturaleza, el de la neurociencia y la biotecnología.